Hierba mala nunca muere (1/1)

“Creí en ti, pero decidiste defraudarme”.  Vamos a llamarle “Ben” por el momento.

Es el hombre que en un momento la enamoró y luego la dejó embarazada, sin preocuparse por darle el apellido a ese hijo. Un Casanova, descarado, alguien que disfruta su vida y a las mujeres, con él nunca puedes esperar algo serio, no parece sentar cabeza y no le suele ser difícil conquistar a una mujer; cuando hay algo que se propone, lo logra a costa de lo que sea. Visionario, estratega, es excelente en su trabajo y esas cualidades lo han hecho excelente con las mujeres; él sabe cómo comportarse con cada una y con Gina logró su cometido.

Ben y Gina se conocieron cuando ella era bailarina de can can en el club; él le invitó unas copas, salieron algunas veces y unas semanas después, ella había caído a sus pies. Aquel último encuentro dejó un embarazo, Gina lo buscó, pero él nunca quiso un hijo, se alejó de ella y de la isla y de un momento a otro, Ben se había esfumado.

Se pasó dos años en –elija la ciudad-, trabajando en la compañía de su familia. Pero le fue notificado que su padre debía atender negocios en la isla, y después de pensar en Gina, Ben quiso atender personalmente los negocios familiares. Una vez en la isla, se enteró de que efectivamente, la rubia había tenido una hija y que ahora se encontraba trabajando nuevamente como bailarina. Él sabía que ella no lo habría querido ver, pero indagó lo que ella había estado haciendo para “sobrevivir” y dio con su nuevo trabajo: escort.

Aquello abría una nueva oportunidad de acercamiento, no, no porque ella le importara, sino más bien porque alguien como él deseaba volver a demostrarse que tendría a esa mujer en su cama las veces que quisiera. En el club habría pronto un coctel importante, así que él se aseguró de conseguir los servicios de Gina bajo otro nombre.

Vaya sorpresa que se llevó la rubia cuando el hombre que fue a buscarle no era otro que el mismo que la había dejado dos años atrás.

Su relación es extraña, él la saca de quicio: hace comentarios descarados, recuerda sus momentos en la cama, fuma en frente de ella –algo que detesta-, tiene la desfachatez de llamar como “su hija” a Brissa, pero aún así, ella cree seguir sintiendo algo por él, y el lo sabe, así que es como si quisiera llevarla al borde la locura. Discuten, son apasionados, se besan, él se porta posesivo, y aún así no son nada.
La explicación de esto es muy sencilla: el ego de él no le permite dejarla ir sin demostrar antes que ella aún está a sus pies. Pero puede que los papeles cambien, y él que termine a los pies de alguien sea otro…